lunes, marzo 26, 2007

EL PAIS BAJO MI PIEL- Memorias de amor y de guerra. Gioconda Belli
Así comienza la Gio sus memorias, libro que me ha estremecido, como pocos (como muy pocos), las mías.
Dos cosas que yo no decidí decidieron mi vida: el país donde nací y el sexo con el que vine al mundo. Quizás porque mi madre sintió mi urgencia de nacer cuando estaba en el Estadio de Somoza en Managua viendo un juego de béisbol, el calor de las multitudes fue mi destino. Quizás a eso se debió mi temor a la soledad, mi amor por los hombres, mi deseo de trascender limitaciones biológicas o domésticas y ocupar tanto espacio como ellos en el mundo. Delante del estadio de donde mi madre salió hacia el hospital, se alzaba entonces una estatua ecuestre de Anastasio Somoza García, el dictador que inicio en nicaragua, en 1937, la dinastía somocista. Quien sabe que señales se transmitirían en el liquido amniótico, pero en vez de terminar como deportista con bate en la mano, termine esgrimiendo todas las armas a mi disposición para botar a los herederos del señor del caballo y participar en la lucha de mi país por liberarse de una de las dictaduras mas largas del continente americano.

No fui rebelde desde niña. Al contrario. Nada hizo presagiar a mis padres que la criatura modosa, dulce y bien portada de mis fotos infantiles se convertiría en la mujer revoltosa que les quito el sueño. Fui rebelde tardía. Durante la adolescencia me dedique a leer.

Leía con voracidad y pasmosa velocidad. Julio Verne y mi abuelo Pancho- que me proveía de libros- fueron los responsables de que desarrollara una imaginación sin trabas y llegara a creer que las realidades imaginarias podían hacerse realidad. Los sueños revolucionarios encontraron en mi tierra fértil. Lo mismo sucedió con otros sueños propios mi género. Solo que mis príncipes azules fueron guerrilleros, y que mis hazañas heroicas las hice al mismo tiempo que cambiaba pañales y hervía mamaderas.

He sido dos mujeres y he vivido dos vidas. Una de mis mujeres quería hacerlo todo según los anales clásicos de la feminidad: casarse, tener hijos, ser complaciente, dócil y nutricia. La otra quería los privilegios masculinos: independencia, valerse por si misma, tener vida pública, movilidad, amantes. Aprender a balancearlas y a unificar sus fuerzas, para que no me desgarraran sus luchas a mordiscos y jaladas de pelos, me ha tomado gran parte de la vida. Creo que al fin he logrado que ambas coexistan bajo la misma piel. Sin renunciar a ser mujer, creo que he logrado también ser hombre.

Conciliar mis dos vidas ha sido más complejo. Ha significado la escisión geográfica. Echarme mi pasado, mi país al hombro y llevármelo no simplemente a cualquier parte, sino al norte, a la nación donde se urdió la red donde el pez de mis fantasías pereció. Un año después de que yo y muchos como yo alcanzáramos incrédulos y exultantes nuestros mas enfebrecidos sueños, mi país, retorno a la guerra, al desangre.

En vez de maná del cielo, llovieron balas; en vez de cantar en coro, los nicaragüenses nos dividimos; en vez de abundancia, hubo escasez. Mientras mi pueblo escribía en las paredes yanki, go home, yo me enamore de un yanki periodista. Cuando de mi revolución solo quedaron los ecos y las huellas, el amor, que nunca he podido resistir, me llevo a firmar un pacto con el amado que me condenaba a vivir parte del tiempo en su país. Por ese hechizo mágico, como las princesas de los cuentos, ahora transcurro parte de mi vida convertida en un pájaro que canta en una jaula de oro y añora el trópico de sus orígenes. Desde mi jaula rodeada de palmeras calentada por el sol californiano trato de reconciliarme con el país que, como niño grandulón, me arranco e
l cometa que yo echaba a volar; trato de verlo a través de los ojos del hombre que amo. Perdida en el anonimato de una gran ciudad en EEUU, soy una mas. Una madre que lleva a su hija al Kindergarten y que organiza play-dates. Nadie sospecha al verme que alguna vez me juzgo y condeno a cárcel un Tribunal Militar por se revolucionaria.

Ah! Pero yo viví otra vida. Fui parte, artífice y testigo de la realización de grandes hazañas. Viví el embarazo y el parto de una criatura alumbrada por la carne y la sangre de todo un pueblo. Vi multitudes celebrar el fin de cuarenta y cinco años de dictadura.

Experimente las energías enormes que se desatan cuando uno se atreve a trascender el miedo, el instinto de supervivencia, por una meta que trasciende lo individual. Llore mucho, pero reí mucho también. Supe de las alegrías de abandonar el yo y abrazar el nosotros. En estos días en que es tan facial caer en el cinismo, descreer de todo, descartar los sueños antes de que tengan la oportunidad de crecer alas, escribo estas memorias en defensa de esa felicidad por la que la vida y hasta la muerte valen la pena.
Imagen1: Poratada del libro en la edición de Txalaparta. Imagen2: "Clarita no quiere estar aquí". Nicoletta. Imagen3:Nicaragua. Imagen4: "Recien llegado". Nicoletta.

4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

YAHA!

27 marzo, 2007 11:52  
Anonymous Anónimo said...

mozaaaaaaaa!!!

10 abril, 2007 17:12  
Blogger David Monthiel said...

ititittititititi

10 abril, 2007 22:04  
Blogger Sonicya said...

tanto anonimo, tanto anonimo.Un poquito de presentarse ome...

10 abril, 2007 22:47  

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