martes, julio 31, 2007

MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS.- Clarissa Pinkola Estés


[...] El título de este libro procede de mis estudios de biología acerca de la fauna salvaje y de los lobos en particular. Los estudios de los lobos Canis lupus y Canis rufus son como la historia de las mujeres, tanto en lo concerniente a su coraje como a sus fatigas.
Los lobos sanos y las mujeres sanas comparten ciertas características psíquicas: una aguda percepción, un espíritu lúdico y una elevada capacidad de afecto. Los lobos y las mujeres son sociables e inquisitivos por naturaleza y están dotados de una gran fuerza y resistencia. Son también extremadamente intuitivos y se preocupan con fervor por sus vástagos, sus parejas y su manada. Son expertos en el arte de adaptarse a las circunstancias siempre cambiantes y son fieramente leales y valientes.

Y, sin embargo, ambos han sido perseguidos, hostigados y falsamente acusados de ser voraces, taimados y demasiado agresivos y de valer menos que sus detractores.
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Era una época en la que los padres maltrataban a sus hijos eran llamados simplemente "severos", en la que las heridas espirituales de las mujeres eran tremendamente explotadas se calificaban de "agotamientos nerviosos", en la que las chivas y mujeres bien fajadas, refrenadas y abozaladas se llamaban "buenas" y las hembras que conseguían quitarse el collar para disfrutar de uno o dos momentos de vida se tachaban de "malas".
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Creo que todas las mujeres y todos los hombres han nacido con ciertos dones. Sin embargo, poco esfuerzo se dedicado en realidad a describir las vidas y los hábitos psicológicos de las mujeres inteligentes, talentosas y creativas. En cambio, se ha escrito mucho a cerca de las debilidades y las flaquezas de los seres humanos en general y de las mujeres en particular.
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Una mujer sana se parece mucho a una loba: robusta, colmada, tan poderosas como la fuerza vital, dadora de vida, consciente de su propio territorio, ingeniosa, leal, en constante movimiento. En cambio, la separación de la naturaleza salvaje provoca que la personalidad de una mujer adelgace, se debilite y adquiera un carácter espectral y fantasmagórico. No estamos hechas para ser unas criaturas enclenques de cabello frágil, incapaces de pegar un salto, de perseguir, dar a luz y crear una vida. Cuando las vidas de las mujeres se que quedan estancadas o se llenan de aburrimiento, es hora de que emerja la mujer salvaje; es hora de que la función creadora de la psique inunde el delta.

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